Abrir la Puerta…Devoción, Fe y Certeza
por Sac. Tarwe Hrossdottir
¿Cómo se abre la puerta al mundo divino?
¿Cómo se empieza a tener fe? ¿Cómo se es devoto de alguna divinidad? ¿Cómo tengo certeza de ello?
No lo sé. En mi caso ha sido algo profundo, algo que se encuentra en la médula de mi ser, en el núcleo.
Desde que tengo uso de razón he sido distinta, no lo digo en ningún otro sentido, mas que para referirme a que siempre me pregunté cosas que otros no se preguntaban. O al menos, si lo hicieron, nunca lo expresaron.
Ser diferente normalmente lleva a la exclusión. Y en la exclusión uno tiene tiempo para pensar en muchas cosas. A los solitarios nos gusta la exclusión.
Lejos de padecerla, la gozamos como un estado de placer que muchos no entienden. Por eso amo tanto a la runa Isa, me gusta su necesidad de aislamiento. Porque solo es allí donde uno encuentra a los Dioses.
Y aun en la más absoluta bacanal, la soledad interior, la necesidad de auto complacencia o la negación del dolor, se vuelven la mejor amiga del hombre para encontrar a los Dioses.
[Tweet «La #fe comienza con el reconocimiento de la #humildad, que ya en sí es muestra de #grandeza.»]
La Fe
La fe comienza con el reconocimiento de la humildad, que ya en sí es una muestra de grandeza.
Porque la fe proviene de la impotencia. Solo cuando no se puede alcanzar lo más anhelado, es que se deja a la decisión de alguien más. ¿Uno mismo teje el destino? Claro que si.
Pero cuando no encontramos todo lo necesario para manifestarlo, creamos la fe como una herramienta, como un puente que puede, o no, traer aquello que más queremos.
En la fe solo nos resta sentarnos y esperar que algo suceda. Pedir está de más, puesto que nos confiamos a algo mayor que nosotros, o quizás no mayor, pero si, invisible, desconocido, no contemplado en nuestras variables.
Solo el que ha visto a alguien sentarse en la más absoluta desesperanza, ha visto el rostro de la fe.
Nadie más puede decir, si alguien es o no es devoto de una tradición. La gente común se llena la boca con palabras, y juicios, y consignas. Y lo hacen porque viven en la desconfianza.
Desconfían de que alguien les robe, les acuse, sea mejor. Su lugar en el mundo siempre está pendiendo de un hilo, puesto que carecen de fe en si mismos.
La Devoción
Qué difícil es tener devoción, porque incluye tener fe, abandonarse al otro. La primera devoción va hacia los padres (o tutores).
El amor a los dioses masculinos es directamente proporcional al amor que uno siente por el padre o, por el anhelo de la figura paterna ideal.
El amor de los dioses femeninos es directamente proporcional al amor que uno siente por la madre o, por el anhelo de la figura materna ideal.
Si mi experiencia de vida hizo que tenga los roles intercambiados (padre cariñoso; madre distante), entonces busco el amor de los dioses masculinos para en realidad, ganarme el amor de mi madre.
Que a la vez me gratifica con el amor cariñoso paternal. ¿Es eso devoción? No hay cosa tal como el amor incondicional, siempre obtenemos una retribución cuando entregamos amor. Entonces ¿no hay devoción genuina?
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La Renuncia del Control
Hay dos formas de acceder a la divinidad. Por medio de la teología o el conocimiento de los dioses y por medio de la mística, o la experiencia de los dioses.
Una lleva al camino del razonamiento y otra al camino de la experiencia. Si vamos a hablar de espiritualidad, definitivamente elijo la mística.
Acceder a lo relativo desde algo tan absoluto como la mente, me parece harto difícil. Pero el primer paso para llamarse un místico es renunciar al control.
Tarea titánica cuando sabemos que hemos sido educados en la mente científica, en el ver para creer.
No existe en nuestro software la noción de abandono. Esa es la primera lucha a la que nos enfrentamos cuando nos introyectamos místicamente en nuestra tradición.
Porque en el área emocional, la respuesta de huida si existe.
Nos enseñan a luchar, a enfrentarnos, a tener la sartén por el mango. Nadie nos inculca la idea de rendición, puesto que rendirse es fracasar.
Y cuando entramos al ámbito de lo místico, el primer axioma es «renuncia al control». Esa lucha puede tener bajas importantes, la primera y más difícil de vencer está en el ego.
[Tweet «Hay dos formas de acceder a la #divinidad: el #conocimiento y la #mística.»]
El amor por los Dioses es recíproco
Recíproco al amor que siento por mi mismo, y como dice Erich Fromm, en El Arte de Amar:
«El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad se odia».
Los Dioses como arquetipo no son mas que un espejo, por lo que ellos me aman, en la misma magnitud que yo los amo.
Pero hay que tener cuidado, porque si ese amor es narcisista, si proviene del egoísmo no es devoción genuina, sino la construcción artificial de un ego super desarrollado que solo compensa las carencias internas.
Y la renuncia del control solo se vuelve una mímica para dejar las decisiones en manos de un alter ego al que llamo con el nombre de cualquier divinidad.
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Entonces ¿cómo tengo certeza de que mi fe y devoción son genuinas?
No hay otra vía mas que el abandono, el silencio, la introspección. Todo lo que salga de mi en este proceso, en mi profundización en mi tradición, solo será la basura que flota sobre las aguas del río.
El que verdaderamente mistifica su vida se vuelve cada vez más sencillo, más callado, más prudente, más discreto. Vive en la profundidad de su ser, saliendo de vez en cuando ante el llamado.
Pero cuando no se le requiere, renuncia a la palabra pronta, a la crítica y vive en contemplación de sí mismo, y de las divinidades, y de la Tierra que es su maestra.
Calla, deja, da y encontrarás en el vacío el verdadero sentido de libertad que da la renuncia al control.
La certeza está en los actos que nos pide el corazón, en la compulsión a volar, y para hacerlo no se puede llevar nada, ni siquiera nuestro amor por los Dioses. Ni siquiera eso.