La Muerte desde la Vida
Por Sac. Tarwe Hrossdottir
La época de oscuridad nos pone a reflexionar sobre el eterno conflicto entre la vida y la muerte.
Muchas personas le temen a este proceso, le temen tanto que evitan hablar de él, que tocan madera cada vez que alguien hace una referencia sobre su propia muerte o que peor aún, sancionan a quien se burla de ese momento.
Criarse en las tradiciones paganas nos enseña que la muerte es lo único que tenemos seguro, nuestra vida puede cambiar hacia rumbos que nunca sospechamos, pero si tenemos una certeza, tan solo una, es que el momento de morir nos llegará inevitablemente.
Algunos de nosotros solemos nombrar a ese evento: trascender. ¿Pero cuál es la diferencia entre morir y trascender? Quizás allí se encuentra una de las razones por las cuáles podemos sentir paz cuando pensamos en la muerte.
Morir está relacionado con el fin de las funciones biológicas de un organismo, el acto de morir es estéril, parco, contundente.
Trascender se refiere a ir más allá
Cuando un ser trasciende solamente muere una parte de él, la parte física, pero otras partes quedan como legado e incluso, según la creencia de cada uno, se liberan para ir a lugares a los cuáles no podemos acceder con una presencia material.
Inclusive sin creer en ninguna espiritualidad, el trascender implica dejar un sendero en el que cada uno de los pasos le añade una enseñanza al mundo. Por eso es tan importante hablar y pensar en la muerte, porque si no lo hacemos corremos el riesgo de vivir una existencia cotidiana, terrenal y vacía, llena de faltantes, harta de rutinas diarias en las cuáles solamente cuenta el hoy, sin pensar en el mañana.
¿Realmente hemos pensado en el momento de nuestra muerte? Un excelente ejercicio es hacer a un lado las telarañas mentales y visualizar los últimos instantes de vida que tengamos. ¿Quiénes están allí? ¿Estoy en mi casa? ¿En casa de alguien más? ¿Estoy en un hospital? ¿De qué causas estoy muriendo? ¿Cómo me siento? ¿Cómo se expresan los demás de mí? ¿Dejé en orden mis asuntos? ¿Cuál me gustaría que fuera la última escena de la película de mi vida?
Respondernos estas preguntas nos hará reflexionar sobre nuestra vida actual, sobre lo que vivimos día a día y sobre lo que estamos construyendo a futuro.
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Pensar en la muerte es pensar en la vida
Es darnos la oportunidad de entender que aquello a lo que más le tememos, es lo único seguro que puede definir nuestro rumbo presente.
Vivir el día a día es valioso, porque uno nunca sabe cuándo va a llegar el momento de decir adiós. Pero también puede convertirse en un escape de la realidad, para evadir tomar decisiones que cambien el rumbo actual de nuestra vida y la sacudan desde la raíz. ¿Es tu vida hoy lo suficientemente robusta como para poder vivirse en dos tiempos a la vez? ¿Cómo para fijarte en el paso que estás dando y planear también el que darás?
La vida es demasiado valiosa como para no darle importancia: a través de ella aprendemos, gozamos y experimentamos sensaciones que se imprimen en la historia personal sí, pero también en las historias de todos aquellos que tocamos. Podemos ser egoístas y vivir dejándonos llevar por la marea comunal, pero si pensamos por un momento en los demás, en nuestros hijos, en los padres, en la pareja, en los sobrinos, nietos y amigos, entonces quizás el pensamiento de la muerte en vez de asustarnos se vuelva una reconfortante mirada hacia un desenlace feliz.
¿Cómo te gustaría morir?
Tranquilamente, decimos todos.
Pero te has preguntado ¿cómo puedes llegar a esto? Si bien hay situaciones que no dependen de nosotros, la mayoría de ellas si lo hacen, y dependen de que hagamos bien las cosas en los 30, 60 u 80 años anteriores a estar en una cama de hospital rodeados de tubos.
Yo espero que el árbol del que surgí siga creciendo, que sus raíces sigan sanas y que siga dando frutos y ramas prósperas. Y que así como el Rey Pacal, mi vientre siga fecundo a través de las eras, contribuyendo con mis pequeños pasos a que el generoso Árbol Cósmico siga nutriendo a generaciones y generaciones. Yo no le temo a la muerte porque estoy segura de que si hay algo después, podré pasar el pesado de mi alma con alegría; y si no lo hay, habré sido feliz en este planeta y habré hecho felices a unos cuántos más.
Yo no quiero que me lloren, quiero que mi muerte sea congruente con mi vida. Quiero que me velen entre risas, música y comida, quiero tener cerca el olor del incienso, que la habitación se llene de calderos llenos de semillas y que sobre mi cuerpo reposen las espadas de mis hermanos en señal de honor. Quiero que mis perros anden por ahí, que alguien diga algo lindo que arranque unas cuántas lágrimas y que después pongan unas de esas buenas canciones para morirse, eso es todo.
Ojalá que el día que me vaya sea una tarde soleada con los amigos, que nadie calle a los niños gritando y que al día siguiente el mundo se despierte como si nada hubiera pasado…
¿Y ustedes qué quieren?
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