No soy conocedora del cine alternativo ni mucho menos, aunque sí me gusta mucho el cine de arte y he visto muchas películas que entran en ese rubro.
Lo que sí debo mencionar es que las cintas cuentan con el apoyo de Francis Ford Coppola y de Steven Soderbergh, ambos directores de cine con grandes producciones en su haber.
Mi intención en este breve artículo no es hacer una crítica cinematográfica, eso se lo dejo a los expertos, y para los que no conozcan las películas, al final del texto les dejo varios enlaces en español y en inglés. Más bien, quiero compartir lo que la experiencia de verlas me dejó.
También les recomiendo en el mismo tono que vean los filmes Chronos y Baraka de Ron Fricke.
Mi encuentro con Qatsi vino, irónicamente, por el estudio que llevo del Camino Hopi.
Hace muchos años ya que inicié esta aventura y en algún momento buscando información me topé con esta serie de filmes, cuyos nombres e inspiración provienen de este grupo indígena del suroeste de Estados Unidos.
El silencio que obliga a reflexionar
Primero que nada, ninguna de las tres cintas tiene un solo diálogo, solamente son escenas y música.
No hay ningún texto salvo los créditos y el significado de la palabra Hopi que da nombre a cada una. Eso hace que su lenguaje sea universal: al entrar en ellas es como si de pronto no estuvieran hechas por nadie o hubieran sido creadas por todos.
No hay protagonistas, no existe una historia, no hay una trama o un tiempo lineal. Son democráticas en el más amplio sentido de la palabra.
Todos, aunque no aparezcamos, tenemos un papel en ellas. De una u otra forma alguno de nuestros actos está incluido en alguna escena.
Somos parte del fluir caótico y alucinante de esos códigos de los que formamos parte todos los días.
En ocasiones, sus escenas resultan agobiantes, casi nauseabundas, y no porque contengan imágenes desagradables al gusto, sino porque en su esencia relatan la gran fragilidad humana y cómo es que hemos construido toda una filosofía para justificarla y disfrazarla. Y así, de pronto soy un alienígena estudiando a una especie rapaz, y de pronto soy Dios contemplando mi creación. Ninguna de las dos experiencias es placentera, y al final ambas me duelen igual porque lo que observo en una mezcla agridulce de grandeza y crueldad.
Y surge en mi la pregunta ¿es posible que exista todavía la posibilidad de que las intervenciones divinas lleguen hasta esta superficie sobre la que hemos puesto paredes blindadas para que nadie pueda ver nuestros juegos sucios?
Nuestra naturaleza divina está resguardada por unos cuantos que todavía tienen fe y hacen algo para cambiar al mundo, los demás son solo parte del sistema.
Entre ellos por supuesto está el pueblo Hopi, la gente de la paz, que entre sus profecías ya describía este mundo sin sentido. Caos fue en el principio ¿por qué no habría de ser en caos el final?
Este es mi mensaje, la información que Qatsi transmite en diferentes niveles y que cada intérprete descubre en sí mismo:
¡Ha llegado la hora de romper el Código!
Quiero poder ver estas escenas y decir que fueron parte del pasado, del camino que la humanidad eligió para aprender a respetarse, a valorarse, a amarse.
Ya no es posible seguir viviendo en un programa, funcional sí, pero por cuánto tiempo más.
¿Hasta que se acaben las materias primas? ¿Hasta que se acaben los alimentos? ¿Hasta que se contamine el agua?
No quiero ser parte de esa gente caminando como autómata, triste, obligada, programada para no pensar.
Y no solo no quiero ser parte, Qatsi tiene la cualidad de lograr una resignación activa, es ese sabor amargo y esperanzador que nos deja con las manos temblando buscando qué puedo hacer.
Porque una a una se suman las realidades que van cayendo sobre la espalda de la colectividad, vamos tachando listas mientras los hombros se tornan más pesados y finalmente lo único que queremos es salir a la superficie a respirar aire limpio.
Hay un par de escenas en el filme de Fricke en las que se ve la ciudad desde lo alto, por la noche. Esas vistas generan tanta paz porque podemos vernos desde lejos. ¿Cuánto mide la “homosfera”?
La esfera en la que el homo ¿sapiens? desarrolla todas sus actividades cotidianas. Visto desde el cielo, ese mundo infernal en el que se desarrollan todas nuestras pasiones solo sobrevive unos cuántos metros.
Podemos tener aviones y helicópteros, transbordadores espaciales y sondas volando por el universo, pero aun no podemos llegar muy lejos con estos cuerpos.
Y es mejor así…
El cine tiene la capacidad de hacernos soñar, de provocar sentimientos a través de una historia, de un cuento, de una mentira. Esto es lo catalizador de la trilogía: toda ella es realidad, en toda ella estoy, y en toda ella estoy atrapado. De alguna forma Reggio tiene la magia de llevarnos hasta el lugar interior donde está la esmeralda de la frente de Satán, nuestro Santo Grial y una vez allí señalarnos la dirección de salida.
La pregunta es ¿Quieres Salir? ¿Quieres Romper el Código?